Hace medio siglo una servilleta marcó un hito en la historia económica contemporánea. Arthur Laffer no recuerda la fecha exacta de la cena en la que dibujó sobre la famosa servilleta, pero sí que tuvo lugar entre finales de noviembre y comienzos de diciembre, porque ocurrió unas semanas después de las elecciones legislativas estadounidenses, en 1974. Nixon había dimitido en agosto por el Watergate y gobernaba el presidente Gerald Ford en medio de un grave problema de crisis e inflación. Dick Cheney, asesor de la Casa Blanca en aquel tiempo y vicepresidente décadas después, había sido compañero de Laffer en Yale y citó al economista en el restaurante Two Continents del Hotel Washington de la capital, uno de esos lugares habituales de políticos, lobistas y espías.
Aquella cena en Washington que marcó un hito en la historia económica acaba de cumplir medio siglo de polémica con un próximo presidente abrazado a su filosofía
Hace medio siglo una servilleta marcó un hito en la historia económica contemporánea. Arthur Laffer no recuerda la fecha exacta de la cena en la que dibujó sobre la famosa servilleta, pero sí que tuvo lugar entre finales de noviembre y comienzos de diciembre, porque ocurrió unas semanas después de las elecciones legislativas estadounidenses, en 1974. Nixon había dimitido en agosto por el Watergate y gobernaba el presidente Gerald Ford en medio de un grave problema de crisis e inflación. Dick Cheney, asesor de la Casa Blanca en aquel tiempo y vicepresidente décadas después, había sido compañero de Laffer en Yale y citó al economista en el restaurante Two Continents del Hotel Washington de la capital, uno de esos lugares habituales de políticos, lobistas y espías.
“Le expliqué que si le subes los impuestos a la gente que trabaja, trabajará menos y el Gobierno no recaudará más. Saqué una servilleta y dibujé la curva, que dice, en realidad, algo muy simple: con los impuestos en el 100% de los ingresos, nadie trabajará y no habrá ingresos fiscales. Si los pones en el 0%, todo el mundo trabajará, pero tampoco habrá ingresos. Así que a medida que empiezas a bajar los impuestos del 100%, al 99%, 98%, 97%… los ingresos [en las arcas públicas] empiezan a crecer”, rememora Laffer, de 84 años, desde Nashville, por videoconferencia.
Y así hizo fortuna una doctrina discutida hasta la saciedad que marcó no solo la posterior revolución reaganiana de los 80, sino buena parte de las políticas conservadoras de medio mundo, que vivió un momento estelar con la primera Administración de Donald Trump y que ahora asoma al segundo mandato del republicano. El Museo Nacional de Historia decidió en 2015 incluir la servilleta en su exposición permanente, pero Laffer negó años después que se tratase de la verdadera por lo perfecto del trazo, la fecha que llevaba (septiembre), que era de tela e iba dirigida a Donald Rumsfeld, jefe de gabinete de Ford, cuando la cita había sido con Cheney. Probablemente, era una de tantas otras que Laffer dibujó muchos años después, a petición de políticos o interesados, como si de un autógrafo se tratase.
Cuesta no aprovechar la metáfora fácil de esta falsa servilleta, cuando la curva de Laffer se ha mostrado fallida en tantas ocasiones de la historia. Para ser justos, el principio del que parte resulta impepinable y no es invento de los 70: a 100% de impuestos, cero recaudación; al 0%, también cero. El problema de la curva de Laffer consiste en que quienes la invocan se olvidan de que se trata de eso, de una curva, y que llega un momento en el que la bajada de impuestos no se traduce en más ingresos gracias al aumento de la actividad, sino en menos. Gobiernos conservadores aplican mal la herramienta porque tienden a situar la economía de su país en el lado malo de la curva. O, dicho de otro modo, sobrevaloran el efecto dinamizador de sus recortes fiscales. Luego se corrige con subidas.
Ronald Reagan, que contó con Laffer entre sus asesores, llevó a cabo en 1981 la mayor rebaja de impuestos de Estados Unidos en 70 años, en plena crisis de inflación. Redujo el tipo máximo marginal del 70% al 50% y otros tipos un 23% en tres años, entre otras medidas. Los ingresos bajaron un promedio del 2,89% del PIB durante los cuatro años posteriores al 81, según concluyó un informe de la Oficina de Análisis Fiscal del Departamento del Tesoro, de 2013, que no valora otros efectos macroeconómicos en su análisis. La economía vivió un bum, animada también por el gasto federal en defensa y autovías. Al llegar a la presidencia, Reagan se encontró con una inflación del 10% déficit público del 2,6% que llegó a escalar hasta el 6% y volvió al 2,8% al final de su etapa después de varias subidas fiscales llevadas a cabo por el Congreso.
Su sucesor, George H. W. Bush, Bush padre, protagonizó una de las capitulaciones más recordadas de Washington al espetar en la Convención Republicana de 1988: “Lean mis labios, no habrá nuevos impuestos”, y subirlos al llegar al poder para cuadrar las cuentas. Duró un solo mandato, desbancado por el demócrata Bill Clinton, que también subió los impuestos.
La que se considera la mayor rebaja desde Reagan, impulsada por Trump en 2017, también está sometida a debate. El republicano, que concedió a Laffer la Medalla de la Libertad, el mayor honor civil de la nación, bebió de los principios de la curva para asegurar que la reforma se pagaría por sí sola. Introdujo rebajas para los individuos, pero su plato fuerte fueron las compañías, que vieron el impuesto de sociedades bajar del 35% al 21%. Un estudio de investigadores de Princeton, Chicago, Harvard y el Departamento del Tesoro concluyó que el paquete animó la inversión, pero añadió 100.000 millones a la deuda nacional.
Al otro lado de la pantalla, Laffer encaja todas las críticas con cintura, simpatía y una verborrea interminable. “Si mira los ingresos federales globales suben los dos años siguientes [bajan en 2018, suben en 2019], aunque es cierto que los ingresos que pagan las empresas están cayendo con fuerza, pero ya sabíamos que eso pasaría, lo demás compensó”, señala. En cuanto a Reagan, recalca que no completó todo su impacto hasta 1983 y como se aplicó por fases, las empresas trataron de adaptarse a esa fiscalidad y la economía se disparó. “Cada vez que en este país se han subido los tipos marginales de un impuesto han ocurrido tres cosas: la economía empeora, los ingresos fiscales de los ricos han bajado y los desfavorecidos han sido golpeados”, resume.
Paz y prosperidad
Trump vuelve al Gobierno, algunas de sus deducciones fiscales expiran (no es el caso del impuesto de sociedades, permanente) y se da por hecho que las renovará. Laffer está exultante por el resultado electoral. “Es muy trascendental. Estados Unidos ha pasado de ser un país basado en prestaciones sociales y antirricos a uno procrecimiento, capitalista de libre mercado. Va a ver recortes de impuestos, desregulación y mucho más libre mercado. También verá un giro por el que Estados Unidos no busca soluciones militares a los conflictos globales. Prepárese para una era de paz y prosperidad”, explica. De nuevo, ve a Estados Unidos en el lado adverso de su curva.
El viejo economista sigue muy activo. Hace pocos días se reunió con el presidente argentino Javier Milei y se muestra abierto a participar en cualquier debate en cualquier país con su tan traída y llevada curva. “Todos nos podemos equivocar, pero no hay que hacerlo deliberadamente. Sé muy bien que mi forma de pensar puede probarse errónea en el futuro, pero mi papel siempre ha sido trabajar en llevar el mundo en la dirección correcta”.
La última comunicación se produjo mediante correo electrónico, se despidió con esta frase: “Disfrute del nuevo orden”.
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