La Unión Europea se encuentra en un momento crucial. A la pandemia y su profundo impacto a nivel económico y social se han sumado ahora otros eventos que, por su naturaleza, tienen la capacidad de ser igual de disruptivos para el futuro del continente.
La situación económica de Francia y Alemania abre una ventana de oportunidad para avanzar en inversiones relacionadas con bienes públicos europeos
La Unión Europea se encuentra en un momento crucial. A la pandemia y su profundo impacto a nivel económico y social se han sumado ahora otros eventos que, por su naturaleza, tienen la capacidad de ser igual de disruptivos para el futuro del continente.
A nivel interno continúa la invasión rusa a Ucrania y la preocupante situación en dos de los principales países de la UE: Francia y, sobre todo, Alemania. Su modelo económico basado en el ahorro, el freno al endeudamiento y la energía barata procedente de Rusia ha tocado fondo. A nivel externo, el segundo mandato de Donald Trump augura un tiempo crispado, con un multilateralismo debilitado y un riesgo de escalada proteccionista potencialmente muy perjudicial a nivel global. A eso se suma el enfrentamiento estratégico entre Estados Unidos y China, así como una situación conflictiva en buena parte de Oriente Medio.
Europa debe reaccionar sin más demora. La acción comunitaria contra la pandemia, gracias al Mecanismo de Recuperación y los fondos NextGenerationEU, fue un paso en la dirección correcta. Un instrumento basado en el cumplimiento de inversiones y reformas, con un calendario, teniendo en cuenta retos identificados previamente y accionable políticamente. La metodología asociada a los fondos NextGen ha supuesto una innovación institucional para la Comisión Europea y los Estados miembros que se ha exportado ya a otras importantes políticas, como las nuevas reglas fiscales o los programas de ayuda a Ucrania. Se trata, además, de un aprendizaje útil para el futuro. La duda surge al imaginar Europa a partir de 2026, cuando el Mecanismo llegue a su fin. Y es en este contexto donde se inserta y cobra sentido el informe Draghi, que identifica necesidades de inversiones y reformas en áreas relacionadas con la autonomía estratégica europea: innovación, descarbonización y competitividad, y seguridad y defensa.
Pero la implementación de las medidas será compleja. Como máquina legislativa, las instituciones europeas tratarán de alcanzar acuerdos en todo lo que concierne a simplificación y reformas. Pero, en la parte relacionada con las inversiones, la perenne falta de confianza y los equilibrios políticos internos de los países es probable que no permitan desarrollar un instrumento como NextGen, en el que la emisión de deuda conjunta se consolide a medio plazo.
¿Hacia dónde iremos? La situación económica de Francia y Alemania abre una ventana de oportunidad para avanzar en inversiones relacionadas con bienes públicos europeos: innovación, proyectos transnacionales de energía, inversiones estratégicas en el ámbito digital o en seguridad y defensa. Europa se encuentra en un momento trascendental para su supervivencia. Es el momento de aprovechar al máximo sus capacidades humanas e institucionales, y revertir el déficit inversor que sufre el continente desde la crisis financiera. Solo así podremos impulsar el crecimiento potencial y asegurar nuestro bienestar económico y social a largo plazo.
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