Primero la pandemia y luego la inflación, con su estela de alquileres estratosféricos, dejaron miles de escaparates vacíos en Nueva York. Pero, como el metro de la ciudad, aún sin recuperar la velocidad de crucero —el volumen de viajeros— de que disfrutaba antes del coronavirus, el llamado frente comercial de la Gran Manzana, su gran escaparate a la ciudad y el mundo, se regenera poco a poco, gracias a los negocios abiertos en los últimos meses. Para los vecinos —y los turistas— no se trata sólo de una cuestión económica, también de una señal de confianza e incluso de habitabilidad, al recobrar la actividad manzanas enteras que hasta hace poco parecían engullidas por un agujero negro y, por las noches, por cierta sensación de miedo.
Multitud de negocios de restauración regeneran el vacío creado por el cierre de locales debido a la covid y la subida de alquileres por la inflación
Primero la pandemia y luego la inflación, con su estela de alquileres estratosféricos, dejaron miles de escaparates vacíos en Nueva York. Pero, como el metro de la ciudad, aún sin recuperar la velocidad de crucero —el volumen de viajeros— de que disfrutaba antes del coronavirus, el llamado frente comercial de la Gran Manzana, su gran escaparate a la ciudad y el mundo, se regenera poco a poco, gracias a los negocios abiertos en los últimos meses. Para los vecinos —y los turistas— no se trata sólo de una cuestión económica, también de una señal de confianza e incluso de habitabilidad, al recobrar la actividad manzanas enteras que hasta hace poco parecían engullidas por un agujero negro y, por las noches, por cierta sensación de miedo.
Los miles de escaparates vacíos de Nueva York se están llenando más rápido de lo que muchos predijeron, y la culpa la tienen, en buena parte, taquerías, barras de sushi o ramen y, en suma, una variada oferta de la gastronomía global, en su mayor parte cubículos con unas pocas mesas, comida rápida y precios asequibles. Según un estudio publicado por el Departamento de Planificación Urbana, un gran número de negocios de restauración, con predominio de las cocinas mexicana, japonesa y caribeña y la mayoría de ellos fuera de Manhattan, son los responsables de la reactivación comercial en la ciudad.
Alrededor de 16.000 de los 143.000 escaparates de la ciudad estaban vacíos en el tercer trimestre de este año, con una tasa de desocupación ligeramente superior al 11%. La proporción de tiendas vacías ha disminuido en toda la ciudad durante cuatro trimestres consecutivos. Las tasas de desocupación de escaparates en Queens, Staten Island y el Bronx, en concreto, ya están por debajo del 10%, lo que se considera un nivel saludable, según el informe. Manhattan, el corazón turístico de la ciudad, y el gentrificado Brooklyn no cuentan porque su oferta ha decaído menos. Pero a la vez, la carestía de los alquileres comerciales en estos dos distritos ha provocado el éxodo de emprendedores a zonas más asequibles.
El fenómeno recuerda un poco al renacimiento de locales cerrados en la Grecia de la crisis de la deuda, laminada por tres rescates seguidos: el primer brote verde fue la profusión de negocios de restauración a precios populares. Nueva York ha sido tradicionalmente un destino culinario, pero tras cuatro años de fuertes pérdidas de empleo en otras formas de comercio minorista, con el cierre de tiendas de ropa y electrónica, la ciudad confía ahora en bares y restaurantes para iluminar sus oscuros escaparates y reforzar la economía.
Un cambio a fuego lento
El cambio lleva tiempo gestándose. Entre 2000 y 2023, el número de restaurantes de la ciudad casi se duplicó, superando los 21.170, según un análisis de los datos del Departamento de Trabajo del Estado de Nueva York. En el mismo periodo se produjo un descenso en casi todos los demás tipos de establecimientos. Desde 2020, ha habido 2.200 cierres más que aperturas en los denominados productos secos, que incluyen ropa, muebles y productos de belleza.
Los trabajadores de la restauración fueron los primeros despedidos en la pandemia, sobre todo en su etapa inicial, por el cierre de la economía. Tras la reapertura, la subida de los alquileres dio la puntilla a muchos negocios, como recordaba en abril un alarmista titular del tabloide New York Post: “El vacío de los escaparates causa estragos”, que aludía no sólo a las consecuencias económicas, sino al deterioro del paisaje urbano. “Estas vacantes están causando estragos porque el cierre es un imán para los indigentes, basura y el negocio de al lado se resiente”, explicó entonces Gale Brewer, la concejal de Upper West Side, uno de los distritos más afectados por los cierres. Solo el 6% de los escaparates de la Gran Manzana estaban vacíos en 2019, en comparación con casi el 11,2% este año, según datos del Departamento de Finanzas de la ciudad publicados en abril. Pero solo ocho meses después, gracias a una de las señales de identidad de la ciudad, su oferta gastronómica global, la fachada comercial de Nueva York se regenera.
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