La subida descontrolada de los precios ha amainado, pero la tendencia sigue al alza. El índice de precios al consumo acaba el año con una variación del 2,8% en diciembre, cuatro décimas más con respecto al dato de noviembre, impulsada sobre todo por el aumento de los precios de los carburantes, según los datos provisionales publicados este lunes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Pese al incremento, la variación es muy inferior a la media registrada a lo largo del año pasado, del 3,6%.
El IPC disminuye con respecto al promedio del 3,6% de 2023; el índice subyacente, que no incluye los elementos más volátiles, aumenta al 2,6%
La subida descontrolada de los precios ha amainado, pero la tendencia sigue al alza. El índice de precios al consumo acaba el año con una variación del 2,8% en diciembre, según los datos provisionales publicados este lunes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Un resultado que combina tanto las fluctuaciones que se trasladan en origen, por ejemplo en los precios de las materias primas, como las turbulencias internacionales o las decisiones adoptadas internamente. En este último caso, en la recta final del año han dejado su huella las progresivas retiradas de las medidas que se pusieron en marcha para mitigar la escalada inflacionaria, muchas dirigidas a contener el encarecimiento de los alimentos y la electricidad, dos rúbricas que golpean de forma más incisiva los bolsillos de quienes menos ganan. Eso hace que la inflación haya repuntado cuatro décimas respecto al 2,4% de noviembre, aunque se sitúa sensiblemente por debajo del 3,4% que marcó en el primer mes del año que ahora acaba y del pico máximo anual del 3,6% en el mes de mayo.
La inflación subyacente, aquella que no incluye los elementos más volátiles, como son la energía y los alimentos frescos, se ha situado en el 2,6%, dos décimas más con respecto al mes anterior. Este indicador mide mejor la evolución estructural de los precios a medio plazo, ya que refleja la presión que ejercen las subidas salariales o los costes de producción de las empresas una vez depurados del elemento energético.
“A lo largo del año, la inflación, tanto la general como la subyacente, ha ido reduciéndose de forma continuada”, destaca el Ministerio de Economía en una valoración remitida a los medios. “Esta reducción pone de manifiesto la eficacia de las medidas de política económica puestas en marcha, que están permitiendo compatibilizar el mayor crecimiento entre las principales economías de la zona euro y una reducción continuada de la inflación”, agrega.
Con diciembre, los precios marcan tres meses consecutivos de repunte, respecto al 1,5% de septiembre, que marcó la variación interanual del IPC más baja del año. En el caso de diciembre, Economía subraya que el crecimiento de cuatro décimas respecto al mes anterior se debe “a los efectos base producidos por los precios de los carburantes”, que este año lo han acabado con un encarecimiento, mientras que el pasado seguían la dirección inversa (aunque entonces eran más caros que ahora).
Si se mira al índice general, tanto el suministro energético como la cesta de la compra han sido más caros este 2024, aunque la variación ha resultado más suave que los años anteriores. Los comestibles han moderado su encarecimiento con respecto a lo vivido en 2022 y 2023, cuando las alzas acumuladas fueron del 15% y del 7%, respectivamente, con artículos como el aceite de oliva protagonizando los repuntes. Estos incrementos propiciaron una rebaja del IVA de los productos básicos como pan, leche y huevos al 0%, al 5% para pastas y aceites, unos descuentos que se han ido retirando progresivamente en la segunda mitad de este año y cuyo repliegue explica en parte el repunte acumulado. En enero desaparecerán del todo, por lo que se espera un carrito algo más costoso en 2025.
Los gastos relacionados con la vivienda, que incluyen los suministros energéticos como el recibo de la luz y del gas, también se han incrementado este año y se espera un ulterior aumento con el inicio del nuevo curso, pues a partir del próximo 1 de enero dejarán de funcionar las medidas aprobadas para aliviar el impacto de su encarecimiento en el bolsillo del consumidor. Los combustibles, en cambio, con datos hasta noviembre, se han abaratado y han tirado hacia abajo el índice de precios al consumo, en línea con la cotización del petróleo brent, de referencia en Europa y uno de los ingredientes —aunque no sea el único— que influye en el resultado final de esta categoría.
El transporte por tren, metro y tranvía —se han aprobado descuentos para los pasajeros que se mantendrán al menos hasta mediados del próximo año— se ha mantenido estable, también con datos hasta noviembre —para conocer el detalle del último mes del año habrá que esperar hasta mediados de enero— mientras que los viajes por mar y aire han experimentado un subidón, al igual que la categoría que incluye restaurantes y hoteles, un reflejo del aumento de la demanda turística, que este año ha alcanzado nuevos máximos.
Política monetaria
Con este resultado, España aleja una pesadilla compartida a lo largo y ancho del globo, pues la inflación se impuso desde 2022 como uno de los mayores rompecabezas para Gobiernos y autoridades monetarias, hogares y empresas. Los precios empezaron a inflarse en los coletazos de la pandemia, cuando se produjo un desajuste entre demanda y oferta al salir de los confinamientos, y se desbocaron del todo con la crisis energéticas desatada a raíz de la guerra en Ucrania. Los bancos centrales se lanzaron entonces a elevar los tipos de interés para contrarrestar la subida, y solo en los últimos meses han empezado a dar marcha atrás, con prudencia, ante una relajación de los precios y el riesgo —ya palpable en varios países— de un enfriamiento excesivo de la economía.
En esa moderación ha tenido un peso específico importante el abaratamiento de la energía con respecto a los niveles alcanzados en los momentos de máxima tensión con Rusia, un retroceso independiente de las políticas monetarias que sin embargo ha contribuido a echar el freno de mano a las subidas de tipos. El Banco Central Europeo (BCE) empezó la desescalada en verano y acordó a mediados de este mes un nuevo recorte, el cuarto del año. Su homólogo estadounidense, la Reserva Federal (Fed), ha reducido tipos tres veces este año, aunque ha alertado de que el ritmo de las rebajas se frenará en 2025 ante la incertidumbre que genera la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con la más que probable agudización de las tensiones comerciales internacionales a través de un endurecimiento de los aranceles.
En la zona euro, la inflación seguía en noviembre tres décimas por encima del objetivo del 2% del BCE, tras dos meses de subidas consecutivas. El índice subyacente fue incluso superior (2,7%), arrastrado por el encarecimiento de los servicios, aunque los analistas vaticinan que 2025 seguirá siendo un año de moderación en el nivel de precios para la zona euro. La previsión incluye a España. El FMI espera que la inflación media del próximo año baje al 1,9%; la Comisión Europea estima un 2,2% y el Banco de España un 2,1%. Unos datos que, de producirse, confirmarán que la tempestad se ha dejado atrás.
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