El consejero delegado de Intel, Pat Gelsinger, ha dejado el cargo tras ser incapaz de llevar a cabo la revitalización y transformación que prometió al ponerse al frente de la compañía en 2021. Las acciones de la empresa habían caído un 50% en lo que va de año, justo en el momento en que rivales como Nvidia saborean las mieles del éxito por la demanda de microprocesadores de gran potencia asociada a la inteligencia artificial. Intel, la referencia de antaño en el mundo de los semiconductores, no ha sido capaz de subirse a ese tren. Gelsinger intentaba recuperar el tiempo perdido, pero la paciencia de los inversores se ha agotado antes de que su apuesta por el diseño y la fabricación de microprocesadores más potentes diese frutos.
La firma de microprocesadores ha dejado escapar el tren de la inteligencia artificial y se ha visto superada por sus rivales
El consejero delegado de Intel, Pat Gelsinger, ha dejado el cargo tras ser incapaz de llevar a cabo la revitalización y transformación que prometió al ponerse al frente de la compañía en 2021. Las acciones de la empresa habían caído un 50% en lo que va de año, justo en el momento en que rivales como Nvidia saborean las mieles del éxito por la demanda de microprocesadores de gran potencia asociada a la inteligencia artificial. Intel, la referencia de antaño en el mundo de los semiconductores, no ha sido capaz de subirse a ese tren. Gelsinger intentaba recuperar el tiempo perdido, pero la paciencia de los inversores se ha agotado antes de que su apuesta por el diseño y la fabricación de microprocesadores más potentes diese frutos.
Intel ha nombrado al vicepresidente y director financiero, David Zinsner, y a la responsable de producto, Michelle Johnston Holthaus, como consejeros delegados solidarios interinos mientras el consejo de administración lleva a cabo la búsqueda de un nuevo primer ejecutivo. Frank Yeary, presidente independiente del consejo de Intel, se convertirá en presidente ejecutivo interino durante el periodo de transición.
“Si bien hemos logrado avances significativos en la recuperación de la competitividad de fabricación y la construcción de las capacidades para ser una fundición de clase mundial, sabemos que tenemos mucho más trabajo por hacer en la compañía y estamos comprometidos a restaurar la confianza de los inversores”, ha señalado Yeary a través de un comunicado, tras dedicar amables palabras de agradecimiento a Gelsinger. “Volver al liderazgo de procesos es fundamental para el liderazgo de productos, y seguiremos centrados en esa misión al tiempo que impulsamos una mayor eficiencia y mejoramos la rentabilidad”, ha añadido.
El consejero delegado saliente, que se retira tras décadas en la compañía, ha señalado que se trata de un día “agridulce”. “Dirigir Intel ha sido el honor de mi vida”, ha dicho Gelsinger, de 63 años, antes de reconocer: “Ha sido un año difícil para todos, en el que hemos tomado decisiones difíciles pero necesarias para adaptar Intel a la dinámica actual del mercado”.
El ejecutivo comenzó a trabajar en Intel cuando era un adolescente, pero abandonó la firma en 2009 para convertirse en consejero delegado de VMware. Cuando volvió a Intel hace tres años, se comprometió a restaurar la ventaja tecnológica del fabricante de chips.
Intel escaló a la cima en su día con un modelo de negocio integrado en el que diseñaba microprocesadores y los producía en sus propias fábricas. Sin embargo, se ha visto superada por firmas especializadas más innovadoras en el diseño de los circuitos integrados (Nvidia, Qualcomm, Arm) o más eficientes y avanzadas en la fabricación (como TMSC, principal proveedor de Apple y Nvidia, y Samsung). Las empresas de computación en la nube empezaron a desplazar sus presupuestos hacia los procesadores de Nvidia, especialmente adecuados para desarrollar modelos de inteligencia artificial. Aunque Intel tiene su propio acelerador de inteligencia artificial, la línea Gaudi, sigue estando muy por detrás de Nvidia. La caída del mercado de ordenadores personales también ha castigado sus cuentas. Además, Gelsinger también ha apostado por la producción para terceros, pero sus principales experiencias han sido decepcionantes.
En 2004, Intel valía en Bolsa 148.000 millones de dólares, más de 30 veces lo que Nvidia, que rondaba los 4.000 millones. De hecho, el beneficio anual de Intel casi duplicaba entonces la capitalización de Nvidia. Desde entonces, su vecino de Santa Clara (California) ha multiplicado su capitalización por 800 y vale 3,3 billones de dólares, mientras que Intel ronda los 107.000 millones, casi un 30% menos que hace dos décadas.
La crisis de la compañía se puso de manifiesto con toda su crudeza con los resultados del segundo trimestre, presentados el 1 de agosto. La empresa publicó por sorpresa pérdidas trimestrales de 1.654 millones de dólares, decepcionó con sus previsiones de ventas y suprimió el dividendo, que venía pagando de forma ininterrumpida desde 1992. La empresa sufrió la mayor caída de su historia en Bolsa, del 26%. Intel puso en marcha un plan para despedir al 15% de su plantilla de unos 110.000 empleados y reducir sus costes, pro nada de eso tranquilizó a los inversores.
Bajo la etapa de Gelsinger, Intel se ha comprometido a llevar a cabo inversiones multimillonarias en Estados Unidos en la fabricación de microprocesadores. La semana pasada, la compañía se aseguró ayudas federales por importe de hasta 7.865 millones de dólares (cerca de 7.500 millones de euros), para sus proyectos de fabricación de semiconductores y de investigación y desarrollo de Intel en sus centros de Arizona, Nuevo México, Ohio y Oregón. Es la mayor subvención otorgada por el Gobierno de Joe Biden con los fondos de la llamada ley CHIPS, destinada a reducir la dependencia exterior en la fabricación de microprocesadores. Intel es la única empresa estadounidense que diseña y fabrica chips de vanguardia. Sus planes quedan algo en el aire tras el relevo del consejero delegado.
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